Por: John Jairo Tenorio desde La Recta
En la mitología griega se cuenta la historia de Hefestos, el dios del fuego que utilizaba las llamas para forjar metales y piedras preciosas.
Hefestos, quien pasó a la historia mitológica como un gran artesano, es hijo de Hera, su madre desalmada que lo tiró al mar, porque Hefestos era muy feo. En las páginas alusivas a la historia del arte vemos a un Hefestos cojo, sudoroso, con la barba desaliñada y el pecho descubierto, inclinado sobre su yunque, siempre trabajando en su fragua. El feo Hefestos nunca aceptó su condición de poco agraciado y hasta el final de sus días quiso vengarse de su propia madre regalándole un gran diamante con la forma de una silla opresora de la cual Hera nunca pudo liberarse. Pregunto: ¿Es fácil reconocerse feo y saber que somos objeto de burlas por nuestro aspecto físico?
Lo cierto es que en la vida real a nadie le gusta que lo llamen feo. Tanto así que la historia criminal del Valle de Cauca, da cuenta de cientos de personas asesinadas porque le han dicho fea o feo a su vecino. De hecho, los apodos o sobrenombres hacen alusión a los defectos y resaltan los rasgos desaliñados: “Boqueyegua”, “Carepalo”, “Frentepaila” y “Boquetúnel”, son algunos de los apelativos que, aunque son creativos, ridiculizan al ser humano y que, por esa condición de creernos siempre bellos, nos invitan a reírnos de los demás, sin pensar en que -a veces- somos más feos por dentro que por fuera. A propósito: ¿Por qué a los feos se les vincula con la mala suerte en el amor, cuando se sabe que hoy ser feo es una condición que victimiza y hace posible lograr muchos triunfos, porque, como dice el escritor Jorge “El Curro” Londoño: ¿Qué haríamos los feos si no existiera el amor?
Es claro, no pocas veces, la suerte de la fea, la bonita la desea. Miremos si no: La mujer hermosa no se casa con el hombre que sueña, si no con el que ronca. Y como alguna vez escribió Daniel Samper, “cuando uno tiene una novia bonita, debe hacer curso de escolta, porque los amigos se la pasan mirándole los cucos y los enemigos, tratando de quitárselos”. Hoy, los feos tienen más oportunidades de empleo y hasta logran mayor estabilidad laboral. Es más, la televisión que, según algunas teorías trasnochadas, sólo era dizque para los bonitos ha sido tomada por una cuadrilla de feos que se destacan más por su capacidad intelectual que por su estética facial. Si no me creen pregúntele a Mandíbula, el de Sábados Felices que lleva 20 años riéndose de él mismo y haciendo reír a todo el país. Bendito aquel que es capaz de reírse de sí mismo, porque el Señor nos creó a su imagen y semejanza para ser auténticos hijos de Él.
Si bien Sócrates nos invitó a conocernos a nosotros mismos, muy pocos habíamos previsto conocernos tanto como para autorreconocernos como feos. Por eso la noticia sobre la elección del Rey de los Feos que se generó en Ríonegro, Antioquia, el pasado fin de semana, tuvo un fuerte impacto nacional e internacional. Sin duda fue también un gran golpe de comunicación efectista, porque tres días después, los medios impresos y de Internet no hablan de otra cosa. El Rey de los feos, un paisa sencillo, vigilante de motos, nos ha dado una gran lección de humildad: Reconocernos como somos y no pretender que nos vean como lo que no somos. Héctor de Jesús Gallo, más conocido como “Carepalmada”, nos enseña que no hay nadie feo, sino muchos… que se creen bonitos.