La candidatura de María Isabel Urrutia a la Alcaldía de Cali sigue preocupando a la oligarquia caleña. Mire…Lea publica otro articulo de respuesta a una columna de opinión.
Por: Marino Canizales
Diego Martínez Lloreda, factótum del establecimiento uribista caleño y columnista de opinión del diario El País, en su columna del pasado 12 de agosto se vino lanza en ristre contra la candidata por el Polo a la alcaldía de Cali, María Isabel Urrutia. De exótica, la califica por formular dicha aspiración política.
También, de candidata – víctima, por ser mujer y, además, negra. Y, también, de fácil triunfo por ser, según él, eso: mujer, negra y víctima. Para desgracia de este caballero, en esa triple condición social radica en gran parte la estatura y la importancia de dicha candidata a regir los destinos de Cali en los próximos cuatro años. La otra dimensión de su personalidad está definida por su pasado político como Representante a la Cámara en el Congreso de la República durante dos períodos, y en sus logros personales ganados en franca lid como deportista de alto nivel.
Decir que carece de una formación académica, no es más que una forma de descalificarla. Ahí están su título universitario como Licenciada en Educación Física, con énfasis en Pedagogía; sus especializaciones en Derechos Humanos y conflicto armado sobre poblaciones desplazadas por violencia y desarraigo, realizadas en la Corte Penal Internacional en Ginebra, Suiza, y en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, Washington. Sólo que la mirada blanca del columnista de marras, le impide valorar los méritos de la negra y tratarla con respeto.
Se niega a reconocer que tanto María Isabel Urrutia como cientos de miles de afrodescendientes en la ciudad de Cali y a nivel nacional luchan por tener, con dignidad, un lugar bajo el sol. Que su presencia social y cultural es cada vez más fuerte y diversa : dígalo si no, el Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez y su resonancia en comunas y barrios; el reconocimiento cada vez más amplio de su rica culinaria; sus bailes; la apropiación y tratamiento de su historia y su universo social y cultural por la literatura y la poesía, como también por el mundo académico, lo cual se traduce en la creación de un Doctorado en Estudios Afrodescedientes en América Latina, con sede en la Facultad de Humanidades de la Universidad del Valle. Son realidades y logros incuestionables.
Sin embargo, para el columnista en mención lo mejor es que María Isabel Urrutia siga dedicada al deporte. Eso es lo que se merece, pues ahí le ha ido bien. ¡Que no se atreva a incursionar en la política local, y mucho menos pretenda gobernar a Cali! Nosotros, los hombres, además de hombres, miembros del notablato que gobernó a sus anchas esta ciudad hasta llevarla a una crisis de dirección de la cual sigue sin salir, somos los dueños de la política, parece ser el criterio que anima a este periodista local.
En las heladas aguas de su memoria sólo recuerda una Cali gobernada por los suyos, y mejor, si machos y blancos. Que las negras y los negros sigan en las actividades asignadas por una clase dominante –que no dirigente– autoritaria y señorial : ellas, en los peores oficios; ellos, también en los peores oficios, y en el campo, cortando la caña para los ingenios azucareros, con salarios de hambre, y sometidos al despotismo de los patronos y las Cooperativas de Trabajo Asociado. Sólo los miembros del establecimiento, hombres ilustrados, según él, pueden gobernar. “La ciudad no está para más ensayos, nos dice. No resistimos más alcaldes exóticos.” En tono oportunista reconoce que María Isabel Urrutia “así no sea la persona más indicada para manejar los destinos de Cali, sí es una excelente candidata, capaz de levantar muchos votos”.
Y “levanta muchos votos” ya que, además de ser mujer, es negra, lo cual la hace fácil de victimizar. Y termina diciendo: “Y la historia demuestra que a los Colombianos nos encanta votar por las víctimas.” Todo esto parece un chiste, pero en modo alguno lo es. Expresa en forma condensada su desprecio por la condición personal y social de la mujer, y en forma más hiriente aún, de la mujer negra. Este señor, vinculado a un periódico que circula diariamente en una ciudad cuya población es mayoritariamente femenina, y en la cual viven más de un millón de afro descendientes, siendo la segunda en población negra en América Latina después de Bahía, Brasil, considera exótico y banal que la mujer, y la mujer negra en particular, sea vista y tratada como víctima.
Su soberbia le impide reconocer una realidad brutal denunciada por su mismo periódico: durante el pasado año 2010, según medicina legal, 51.182 mujeres fueron maltratadas en Colombia, eso sin tener en cuenta el subregistro o gran número de casos que no son denunciados. En ese mismo año, según el Observatorio Social de la violencia, fueron maltratadas en Cali 6.207 mujeres. En este año 2011, según el Centro de Atención a Víctimas de Violencia Intrafamiliar de la Fiscalía, Seccional – Cali, se han contabilizado 3.370 casos de violencia intrafamiliar. (El País, pp. A2 y A3, Agosto 14 del 2011).
Así las cosas, la situación de la mujer, víctima de la violencia machista en el hogar, en los sitios de trabajo, en lugares públicos, mal remunerada y sobreexplotada, no es una impostura ni una fábula. La suya es una realidad lacerante, sustentada en relaciones sociales capitalistas de desigualdad, opresión y dominación que vulneran en forma permanente su dignidad y sus derechos fundamentales, sean blancas, negras, indias o mestizas. Y estas víctimas no la tienen nada fácil en una sociedad de clases y machista, como la nuestra.
La lucha contra tales relaciones sociales ha sido y es una de las banderas centrales en la actividad política de María Isabel Urrutia. El régimen de Uribe Vélez y el continuismo diferenciado del gobierno de Juan Manuel Santos no le perdonan que en el año 2002, recién llegada a la Cámara de Representantes, se negara en forma rotunda a ser ponente de un proyecto de reforma laboral y pensional contra los derechos de los trabajadores, elaborado por el gobierno. Tal decisión política la convirtió en un ser detestable para los dueños del poder.
Después, y hasta el final de su segundo período en el Congreso de la República, siempre votó con la bancada del Polo Democrático Alternativo. Gracias a su postura crítica e independiente, se logró hundir el Estatuto Antiterrorista en la Cámara de Representantes, proyecto de Ley tan caro al gobierno de Uribe Vélez. Por esa permanente actitud, y debido a las constancias dejadas por ella, apoyadas por la bancada del Polo, la Corte Constitucional declaró inexequibles las Leyes que aprobaron la expedición del Código Minero, el Estatuto Rural y la Ley de Aguas, las cuales fueron archivadas. Como ponente, logró la aprobación de la reforma a la Ley 181 de 1995 que estableció el pago de por vida de un incentivo de cuatro salarios mínimos mensuales en favor de aquellos deportistas que obtengan medallas en Juegos Centroamericanos, Panamericanos, Campeonatos Mundiales y Juegos Olímpicos. Igualmente logró la reconstitución de la Oficina de Asuntos Étnicos para comunidades negras e indígenas, adscrita al Ministerio del Interior.
Sólo una actitud mezquina y plagada de prejuicios impide reconocer y valorar en forma positiva los logros, las luchas y las actitudes democráticas de María Isabel Urrutia como militante del Polo y aspirante a la Alcaldía de Cali. En el año de los afro descendientes, sólo resta decir, parodiando al Joe Arroyo:
¡¡No le pegue a la negra!! Vote por ella.